Sepulcro de los Iñiguez

Sepulcro de los Iñiguez

La obra más destacada de la capilla de Santa Ana es el sepulcro de la pared sur, que perteneció a un miembro de la familia Iñiguez. Está adosado al muro a modo de lucillo sepulcral, aunque en realidad no fue su ubicación original. En concreto estuvo situado en el centro de la capilla hasta que en 1759 don José Manuel de Esquibel y Ribas, marqués de Legarda y vizconde de Ambite solicitaba a la junta de parroquia la posibilidad de trasladar este sepulcro a la pared que linda con la capilla de Santiago. Esta petición fue concedida al no existir en ese muro ninguna otra sepultura .

En origen fue una cama sepulcral apoyada en seis leones. El sarcófago porta dos escudos de los Iñiguez separados por bandas verticales. El difunto reposa en cama con almohadón para acomodar la cabeza y sábana para el lecho sepulcral. Se le presenta como caballero con túnica larga, manto sujetado por fiador y guantes en su mano. El rostro es anguloso, con la frente recta, ojos grandes y cerrados, barba larga y melena rizada. Acompañan al difunto tres angelitos, dos en la cabeza y uno en la mitad del lecho sepulcral con incensario. Sigue el modelo castellano presente en los sepulcros de los Vasterra aunque resulta algo más naturalista, con formas más plásticas y menos geometrizantes, por lo que cronológicamente deben situarse en el siglo XIV.